domingo, 25 de septiembre de 2011

Alquimia Psico-Emocional: El Poder de la Mente (Prentice Mulford)



"Para  los que creen, ninguna explicación será necesaria, para los que no creen, ninguna será suficiente."
Nuestro espíritu está continuamente lanzando afuera su propia fuerza y recibe al mismo tiempo del exterior alguna de las cualidades producidas por esa fuerza, de igual modo que una batería eléctrica proyecta al exterior su energía al mismo tiempo que son renovados en ella los elementos productores de la misma. Cuando hacemos uso de nuestra fuerza en hablar o escribir o en cualquier otro de los esfuerzos físicos propios de la vida humana, somos pilas eléctricas de cualidad positiva; cuando no hacemos ningún uso de esta fuerza, somos como pilas negativas. Cuando nos ponemos en esta última condición es cuando recibimos del exterior fuerzas o elementos, los cuales, según su clase o cualidad, pueden causarnos un daño temporal o un bien permanente.

Hay corrientes mentales venenosas de tan positivos y reales efectos como los vapores del arsénico o las emanaciones de ciertas sustancias tóxicas. Manteniéndonos en condición negativa, durante una sola hora que permanezcamos reunidos con personas cuya mente esté llena de los sentimientos de envidia, de celos, de cinismo o de hondo desaliento, absorberemos sus venenosas observaciones, las cuales pueden llegar a producirnos una verdadera enfermedad, pues es su acción tan positiva como la de un gas asfixiante o la de un vapor lleno de miasmas. Es tanto más peligroso este veneno mental por cuanto su acción es mucho más sutil que la de los venenos físicos, y muchas veces no se exteriorizan sus efectos sino hasta muchos días después, siendo entonces atribuidos a alguna otra causa.
Es de la mayor importancia conocer siempre el sitio donde nos encontramos y de los elementos mentales que nos rodean, principalmente cuando nos hallemos en el estado de negación, o receptivo, pues entonces somos así como una esponja que inconscientemente absorbe los elementos que están a su alcance, los cuales del mismo modo pueden hacerte un gran daño temporal o un gran bien permanente, así en lo que se refiere al cuerpo como lo que toca al alma.

Durante las horas en que hacemos algún ejercicio de cualquier clase que sea, como el hablar de negocios, o pasear, o escribir, u ocupándonos en algún trabajo artístico, nos ponemos en estado positivo, o sea en estado de exteriorizar nuestras fuerzas de espíritu; y si en esta disposición nos vamos inmediatamente a una tienda llena de parroquianos impacientes, o a tener una entrevista con un individuo malhumorado o pendenciero, nos convertiremos con respecto a ellos en elementos negativos. Somos entonces la esponja que absorbe las venenosas radiaciones mentales de los impacientes parroquianos o las sutilísimas emanaciones de una persona cuyo espíritu proyecta afuera cualidades mentales enfermizas o muy inferiores a las nuestras.

Si agotadas nuestras energías, por haber hecho un esfuerzo mental o físico, nos metemos entre una multitud de personas cuyo ánimo alguna causa extraordinaria ha hecho decaer o ha excitado mucho, no tendremos fuerza para oponernos a su influencia perniciosa, y absorberemos algo, por el contrario, de su estado mental; al absorber, aunque sea momentáneamente, sus cualidades perniciosas, en muchas cosas pensaremos como ellas piensan y sentiremos un gran desaliento en aquello mismo que antes nos inspiraba una inmensa confianza. Y de resueltos que éramos nos haremos irresolutos, y así, bajo la influencia de nuestra indecisión, adquirida por el contagio mental, es muy probable que realicemos acciones o digamos palabras que pueden perjudicarnos.
Si nos es forzoso reunirnos con personas de orden mental inferior al nuestro propio y con ninguna ganas de progresar, cuidemos de hacerlo únicamente cuando física y espiritualmente nos sintamos más fuertes, y abandonemos su compañía en el punto mismo en que nos parezca habernos fatigado o debilitado. Cuando estamos en plena fuerza, somos como el polo positivo del imán: arrojamos afuera los elementos mentales que nos pueden perjudicar; cuando estamos débiles somos el polo negativo: nos atraemos los elementos de los que nos rodean, los cuales pueden estar llenos de enfermedad mental o física. Sin embargo, no es bueno estar siempre en una situación mental positiva, pues en ella es muy probable que arrojemos fuera de nosotros muchas ideas que nos hubieran tal vez servido grandemente; es preciso también destinar algún tiempo al estado mental receptor de fuerzas nuevas, las cuales más tarde habrán de ser exteriorizadas.
Como regla general, puede decirse que el hombre ha de ponerse en situación positiva siempre que haya de entrar en tratos o negocios con el mundo, y se ha de colocar en situación negativa en el momento en que deja de tomar participación activa en los negocios. Luchar constantemente, aunque sea en forma mental, nos fatigaría con exceso y de un modo inútil.

La fuente de la juventud eterna, de la juventud del cuerpo y de la juventud del espíritu, consiste en saber voluntariamente alcanzar esa "condición mental" en que la mente se pone en estado positivo cuando ha de rechazar toda clase de pensamientos bajos, groseros o de maldad, y en estado negativo o receptivo para las corrientes mentales superiores y constructivas. Conviene también muy especialmente sentirse siempre lleno de valor, no juzgar nada imposible, no odiar a nadie, no sentir desprecio, amar al prójimo, pero no prodigar la propia simpatía (que se convertiría en debilidad) sino muy sabia y mesuradamente.

Del libro: Nuestras Fuerzas Mentales 

2 comentarios:

  1. Gracias por poner un trozo de este valioso libro, es un autor que no conocía.

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  2. Gracias. Interesante leer obras del escritor Prentice Mulford. No lo conocía y buscándolo en internet por referencias de él y su valía, me encontre con su blog apreciada Gloria Helena.

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